Es el blanco lienzo,
en la brizna carmesí,
es el cálido fuego,
del horizonte sin fin.
Es el níveo invierno,
en la policromía de existir,
es el intenso anhelo,
de hermanar y ser feliz.
Es imaginar el desierto,
desde el milagro de vivir,
es observar el cielo,
desde sus mundos sin fin,
y que nadie sepa sus secretos,
porque florecen sólo para ti.
Es la belleza de su tiempo,
que resalta tu bondad al sentir,
es el madrigal de tus sentimientos,
que ella guarda para sí.
Son sus secretos o deseos descubiertos,
que roban tu rubor al sonreír,
es la flor de sus recuerdos,
y lo que te hace más feliz.
Son sus estaciones y sus momentos,
y los matices de sus días carmesí:
en su amanecer de suave verso,
o su mediodía de intenso rubí,
el atardecer de perfumado recuerdo,
o su añoranza guardada en la noche baladí.
Es la noria que nutre al barbecho,
germinando en su vientre la vid,
fecundo el pretérito suelo,
bondad henchida de vivir.
Su llegada, excepcional suceso,
como en lo adverso florece el alelí,
principio y fin de los años eternos,
su venida no se puede resistir.
Su presencia es como un destello,
fragmento del cielo sobre sí;
y viaja su velero en el viento,
recorre su mundo cada confín.
Cambia las formas de lo que conocemos,
los días no se han de repetir,
cada alba trae un mundo nuevo,
eterno recordatorio de ser feliz,
es un mágico viajero,
en su lecho la Navidad y el alelí.
en la brizna carmesí,
es el cálido fuego,
del horizonte sin fin.
Es el níveo invierno,
en la policromía de existir,
es el intenso anhelo,
de hermanar y ser feliz.
Es imaginar el desierto,
desde el milagro de vivir,
es observar el cielo,
desde sus mundos sin fin,
y que nadie sepa sus secretos,
porque florecen sólo para ti.
Es la belleza de su tiempo,
que resalta tu bondad al sentir,
es el madrigal de tus sentimientos,
que ella guarda para sí.
Son sus secretos o deseos descubiertos,
que roban tu rubor al sonreír,
es la flor de sus recuerdos,
y lo que te hace más feliz.
Son sus estaciones y sus momentos,
y los matices de sus días carmesí:
en su amanecer de suave verso,
o su mediodía de intenso rubí,
el atardecer de perfumado recuerdo,
o su añoranza guardada en la noche baladí.
Es la noria que nutre al barbecho,
germinando en su vientre la vid,
fecundo el pretérito suelo,
bondad henchida de vivir.
Su llegada, excepcional suceso,
como en lo adverso florece el alelí,
principio y fin de los años eternos,
su venida no se puede resistir.
Su presencia es como un destello,
fragmento del cielo sobre sí;
y viaja su velero en el viento,
recorre su mundo cada confín.
Cambia las formas de lo que conocemos,
los días no se han de repetir,
cada alba trae un mundo nuevo,
eterno recordatorio de ser feliz,
es un mágico viajero,
en su lecho la Navidad y el alelí.
Mariano Linguanti
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